Lo habitual es que la piel de un Nevus Gigante Congénito sea piel sana que cumple perfectamente con su cometido de barrera frente a agresiones externas, elasticidad para permitir la movilidad, y conserva su sensibilidad intacta, aunque en algunos casos, el nevus puede presentar tumoraciones o durezas que dificulten los movimientos del individuo.
En todo caso hay dos características que la hacen diferente (además de su color).
- Es una piel que no tiene glándulas sudoríparas (no puede sudar), y esto puede ser importante si el Nevus Gigante Congénito ocupa una proporción grande de la superficie corporal total, ya que el afectado puede notar una sudoración intensa en otras zonas de su cuerpo.
- La capa grasa que tiene por debajo suele ser más fina de lo normal, por lo que se nota un «adelgazamiento» del tejido. La piel del nevus gigante es más frágil y si sufre heridas puede tardar algo más en cicatrizar.
Estas características no suelen dificultar la vida normal de los afectados por un NGC.
Los mayores problemas y riesgos que están asociados al Nevus Gigante Congénito son tres: problemas estéticos, melanoma y melanosis neurocutánea.
Las dificultades estéticas que entraña tener una superficie importante de tu cuerpo de un color muy oscuro, y a veces cubierto de vello, son fáciles de imaginar.
El lunar puede estar en zonas muy visibles (cara, brazos) u ocupar grandes extensiones del cuerpo, y esto puede dificultar la socialización.
El mayor riesgo médico asociado a un Nevus Gigante Congénito es la aparición de melanoma. Sin embargo no hay que asustarse. Este riesgo es pequeño.
El segundo riesgo más importante asociado a un Nevus Gigante Congénito es la Melanosis Neurocutánea, que es una afección muy rara que se caracteriza por la presencia de melanocitos (lunares, para entendernos) en los tejidos neuronales (cerebro, médula espinal…). Puede ser asintomática: los lunares están ahí, nunca llega a pasar nada, o sintomática en cuyo caso se manifiesta con afecciones neurológicas y puede ser fatal.